miércoles, 1 de septiembre de 2010

Si Perciavalle leía esto a tiempo...

El gay es muy de querer convertirte. Y cagándose en la buena educación, el respeto a la heterosexual realidad del otro, o los cánones de normal seducción generados por los clichés de Hollywood, el tipo te utiliza las artimañas más viles e inmorales para conseguir su propósito.

Uno ya no es lo que era. Los 15 kilos que aparecieron de un semestre para el otro y lo hicieron dejar de ser un Adonis New Age para transformarse en una versión widescreen de Pancho Villa son aprovechados por el homosexual para intentar dejarle “bold” el asterisco a quien suscribe.

¿Cómo lo hace?
La ex oruga sabe que en otra etapa de su vida, las mujeres se rendían ante los encantos naturales del que ahora carga una asquerosa papada, y que en esos momentos se sentía lleno, feliz, deseado y poderoso.
El arte de seducir es una droga que genera una peligrosa dependencia. El que en algún momento probó las mieles del éxito de la danza nupcial humana, no puede abandonar jamás sus aires de Don Juan, y aunque sea por mera diversión (aún teniendo hijos, nietos, esposa y decodificador para los canales privados del tv cable), él seguirá intentando demostrarse que sus poderes de seducción no se extinguieron.

La decena y media de kilogramos que plagaron de adiposidad el organismo del autor, hacen que sus armas de seducción no hagan más que un indigno y casi imperceptible ruidito, para proceder luego a largar una pequeña cantidad de humo por el tambor.
Lo que en otro momento fue considerado arsenal de guerra, ahora no es más que un revolver de fulminantes comprado en Super USA.

Y es ahí, donde el que se bancó con gusto la burocracia para que le dieran el papelito sellado del tramica* ve el nicho y se quiere meter.
(Aclaro que en la oración que acaba de terminar, “nicho” no es un eufemismo)
Piensa para sus adentros: “A este macho de raza, seductor por naturaleza, que está pasando por una etapa de decadencia, sólo tengo que hacerlo sentir importante, lindo y deseado y luego tirarme a escuchar Beck y comer kiwis, a esperar que el proceso de transformación esté completo”

Es así. El gay es como un zombie que te quiere llevar para su ejército y convencerte que no hay placer más grande que hacerse la pedicure dos veces por semana… Bue, y también intenta averiguar si tu corta churros es doble vía.

Pero no. No lo vas a conseguir. Compré un rollo de membrana asfáltica y hoy mismo me impermeabilizo el ojete.




* El trámite para ser marica.