jueves, 29 de octubre de 2009

Matízalo J.C.

De un tiempo a esta parte, el timón de mi vida fue tomado por Berugo Carámbula, y sus inquietas manitas hacen que mi existencia tenga tantos sacudones como fábulas inverosímiles la oratoria de la señora Zorrilla.
Incertidumbres, cambios, avances, retrocesos. He estado de un lado a otro, en un constante (aunque no simétrico) vaivén. Soy el andar de Luis Alberto, hecho vida. Y la gente nueva que me rodea… la férula.

Hoy, me encuentro trabajando en un lugar lleno de enemigos del monocromatismo. Desagradables seres que adoran el color.
Podrían morir de inanición, ya que no se detendrían a comer, tomar o siquiera respirar, si hay alguien diciéndoles que el look que trajeron hoy, está muy a la vanguardia.
Votaron todos para anular la Ley de Caducidad, porque escucharon que el rosado, es el color de la próxima temporada.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, para comprender lo que esos labios (que no se separaban más de medio centímetro) intentaban decir, logré descifrar el mensaje: “¿venis con nosotros, gor?

Carente de amigos o seres “queridos” en la vuelta, acepté la invitación de estos fundamentalistas de lo “cool”, confiando en la diversión que me prometía PILSEN, saliendo un día lunes.
- ¿No te vas a cambiar? – dijo la campeona del chic montevideano, mirando mi vieja remera negra.
- ¿Debería hacerlo? – respondí. Utilizando la retórica de manera excepcional.
- Obvio – dijo la nena. Ignorando mi capcioso auto-cuestionamiento y mordiendo con tanta fuerza su labio para marcar la “ve corta”, que casi se entierra las paletas en la encía.

Mis siguientes tres acciones* recibieron los adjetivos: grasa, terraja y untrendy, respectivamente.
Creo que fueron intentos de ofensa. Infértiles, naturalmente.

Salimos.

El frío me hacía pensar en positivo. Las chalinas de seda les quedaban muy bonitas, pero no evitarían la inminente hipotermia. No me gustan los genocidios, así que rezaba para que uno o dos quedaran vivos.
Pensé luego en la idea de soportar a Victoria Rodríguez hablar de los “Mártires de la Moda”, y cambié el pedido a Jesús, orando esta vez, para que ninguno pereciera en el camino (aunque alguna lesión cerebral -más- no vendría nada mal.

Llegamos.

El lugar estaba lleno… de productos con manzanas mordidas en sus dorsos. Los que iban conmigo, no demoraron más de 20 segundos en sacar sus computadoras portátiles y pedirse un trago con más color que ellos.

Se hablaban por chat. Intentaban seducirse dedicándose temas con un programa de computadora llamado Aytuns. Fotografiaban las chaquetas de los otros, con teléfonos de interfase táctil.
Cuando el monofónico ringtone de mi celular se hizo presente, sus narices se fruncieron con envidiable velocidad. El Nokia 1100 fue el primero en salir volando por la ventana. ¿Adivinen quién fue la segunda víctima del patovica de remera blanca y prolijísima raya en la engominada cabellera?
El tipo era un profesional. Me hizo planear con la velocidad y altura justas, para aterrizar al lado de mi teléfono.
Derrotado volví a casa. Abrí el frigobar y mientras tomaba un destilado de cebada bien fría, analizaba el spot de PILSEN. Los lunes también son días… para mamarse en casa escuchando pop japonés.





* inspeccionar mis axilas, desodorantizarlas, y ponerme el gorro de lana para salir.

domingo, 11 de octubre de 2009

NMVG (No Me Va Gustaf)

Porque no soy un autómata que consume la basofia que intenta embucharme MuchMusic y Radio Disney...
Porque peleo por los derechos de los artistas locales...
Porque hay una banda que en cualquier momento explota... y se convierte en número uno de los rankings de MuchMusic y Radio Disney...
Es que vengo a presentarles el primer corte de difusión de este gran conjunto.
Conozcan a los sensacionales.... "No Me Va Gustaf"



Que lindo que era verlos caminando
Tan solo de la puerta hasta el Roll Royce
La orilla del fainá les encantaba
Pero eso era de pueblo, así que no

Hermosa fue la vida que llevaron
Fortuna, fama, amigos un montón
Curioso es que su hija, se llamara
La Yamila, y siempre hablara de “che, bo”

Se quedan sin caviar y sin Chandon
Y sueñan, volver a la cima
Escuchan, comentar a los más viejos
“Les prohibieron el acceso al club de golf”

Extraña aquella vida aburguesada
Poder tener tres teles a color
El auto y todos los bienes raíces
Que gracias al cinco de oro, se compró

Se quedan, sin caviar y sin Chandon
Y sueñan, volver a la cima
Escuchan, comentar a los más viejos
“Ya vendieron el Blackberry y el Iphone”

Se quedan, en Soriano y Convención
Volvieron a vivir de arriba
Se escuchan, los golpes a los pendejos
No hay paredes en esta vieja pensión


Lai lai lai lai… lai lai lai lai
Le rompe
La trucha
Y espera
Que vuelva

Se queda, esperando en la pensión
Y manda a changar a Yamila
Escucha los sorteos por la radio
La quiniela puede ser su salvación

La yerba, que compró es un ofertón
La espera, con un mate a la niña
Pero no va, más por Carrasco o Punta Gorda
Porque sabe que su casta lo expulsó

Porque el ascenso social se le acabó
Sabe que es un chongo

jueves, 1 de octubre de 2009

Año Nuevo con las estrella(da)s

Julita y Pili no lo podían creer.
- Not tonight! I can’t believe it! – exclamó angustiada Pilar.
- ¡Ay nena! Hablá en español, haceme el favor; que no estás en Lotus.

¿Cómo harían para llegar a tiempo a la cena de fin de año?
Tenían menos de una hora y se encontraban completamente perdidas (el dispositivo GPS de la Pathfinder estaba averiado).
Pilar giró la cabeza para pedirle ayuda a su papá. Esta idea fue mandada de inmediato a la papelera de reciclaje. Luis Alberto yacía en asiento trasero, completamente borracho, mientras entonaba a capella “Cada vez somos más, para cambiar…”, intentando imitar la voz del Chole.
Era una noche gélida. Las calles estaban desiertas, y en el tablero de la camioneta, madre e hija divisaron algo nuevo, único, desconocido y angustiante.
- Má, ¿qué significa esa luz que se acaba de encender? – preguntó tímidamente Pili.
- No te angusties ni te desesperes por lo que te voy a decir. Creí que este día jamás llegaría. Pili: esa luz es de: ¡LA RESERVA DE COMBUSTIBLE!
Al escuchar esa última frase, Luis Alberto balbuceó: “¡Con los blancos se vivía mejor!”. Su hija sacó una petaca de la guantera, y se la enchufó, a modo de biberón.

Perdidas y sin gasolina, creyeron que jamás encontrarían el camino de regreso a casa. Desesperada y temerosa, Pilar realizó un último acto de supervivencia. Sacando la cabeza por la ventanilla, gritó con todas sus fuerzas:
- ¡Batman, ayúdanos! (las periódicas sesiones de cama solar, habían estropeado parcialmente la sinapsis neuronal de Pilar).

Un hombre vestido de azul, se acercó al vehículo, intrigado por el escándalo, y golpeó la ventanilla del chofer, donde se encontraba Julita.
- ¿Sucede algo, señoras?
- ¿Y a ti que te importa, mersa? – respondió agudamente la conductora
- Señora, soy oficial de la policía. ¿Necesitan algo?
- ¡Uy! ¡De la policía! ¡Qué copado! Sos como los de C.S.I – acotó efusivamente Pilar
- Sus documentos, por favor – dijo el oficial
- ¡Ay, re bueno! Me encanta mostrar el pasaporte. Este sello es de la última vez que estuve en Etiopía. Éste es de mi viaje a Indonesia. Este otro que dice “Buenos Aires”… ehm… está equivocado, no sé que hace acá. ¡Yo nunca fui, eh! ¡Le juro que nunca fui! Éste fue Luchito, estoy segura. Me quiso hacer una broma de mal gusto poniéndome el sello de un destino proletario. Porque yo le juro que nunc….
- Señora, ¿su hija tiene algún problema? – interrumpió el oficial
- Si – sentenció apenada Julita.
Hija; cuando el señor pidió nuestros “documentos”, se refería a la cédula de identidad Ahh, esa que me pedían para entrar a Cabildo, cuando era menor…
- La misma.

Al constatar que no había irregularidades, el oficial apretó una de las puntas despegadas de la calcomanía de “Yo no los voté”, y las dejó marchar. No sin antes indicarles que cincuenta metros más adelante, había una estación de servicio que seguramente las ayudaría a resolver su terrible problema.
- ¿Ancap? ¿No es eso lo que a veces grita papá, cuando tiene pesadillas? – preguntó la sagaz jovenzuela
- Si, chiqui. No pudo privatizarlo y aún lo atormenta por las noches.

Mientras el lesionado jefe de familia, roncaba y murmuraba “forestenlón”, las chicas “P” llegaron a la estación. Sin dudarlo, Julita exclamó: - Lléneme el tanque, joven.

- Joven, cóbreme a mí – dijo Pilar, a la que le encantaba mimetizarse con su madre. Cuando era chica jugaba al “Banquero”, y se quedaba con los vueltos de sus amiguitos).
- Son mil ochocientos treinta y cinco pesos – avisó el uniformado trabajador
- Tome esto. Y guarde el cambio, joven – decía mientras lanzaba una estúpida guiñada a su progenitora.
- Señorita, ¿qué me está dando? – preguntó extrañado el pistero
- Es dinero, joven. Con él, puedes comprar polenta, fideos, mortadela. Esas cosas que tanto le gustan a la gente como tú, joven.
- ¡Deje de decirme “joven”! Y ya sé para qué sirve el dinero. Pero esto no son pesos uruguayos – respondió enfadado el joven
- Claro. Son Yenes que me sobraron de mi último viajecito – explicaba orgullosa Pilar, mientras daba palmaditas a la cabeza del pistero y miraba a su madre sin entender por qué no encendía el motor y arrancaba de una buena vez.

Julita la miró con desdén. Y experimentando un sentimiento parecido a la vergüenza, interrumpió: - Aquí tiene, cóbreme a mí.

Cuando el combustible hubo llegado nuevamente al motor, todos los dispositivos volvieron a funcionar con normalidad. Incluso el GPS.
(¿Qué? No te rías, tuerca de mierda. Es mí historia. Me tomos las licencias que quiero. Y hoy, se me canta decir que el mapa electrónico de la camioneta, no funciona a batería, sino con fuel oil. ¿Capisce? Muy bien)

Con el Google Earth miniatura en marcha, no les resultó difícil encontrar el camino a casa.
- La próxima vez, vamos tirando migajas de pan americano, como Hansel y Gretel, para no perdernos. ¿Tá, má? – dijo antes de recibir un bastonazo corrector, procedente del fondo del vehículo.

Miraron el reloj. Había dado las doce varios minutos antes. Pero Pilar, tan lúcida como de costumbre, lo atrasó un par de horas… para no llegar tarde.
A toda velocidad, la Pathfinder recorría las calles aún desoladas.
- ¡Vamos, má! ¡Tú puedes hacerlo! ¡You can do it! – dijo, sintiéndose una cheerleader
- !Callate, pelotuda! ¡Que ya casi estamos ahí!

Finalmente, cruzaron la frontera.
Ahh… que bien se sentía estar del otro lado de Arocena. El mundo menesteroso había quedado atrás.
Estacionaron el vehículo, empolvaron sus narices, se calzaron los sacos Christian Dior y abrieron las puertas de Café Misterio; donde los esperaba toda la familia, para recibir el año brindando con el Ananá Fizz más caro del mercado.
El fotógrafo gritó “whisky”, y Luis Alberto tiró su vaso de espumante a la mierda.