jueves, 7 de abril de 2011

Ni muy muy, ni tan tan.

El tipo no era malo, tenía una anormalidad en su sistema endocrino, en el que se alojaba una rara glándula que segregaba morfina cuando alguien más sufría.
El bienestar generado por el analgésico opiáceo, sumado a sus claras y diagnosticadas conductas maníaco adictivas, hicieron que poco a poco su personalidad mutara.

Al principio, se limitaba a observar. Era un pasivo testigo presencial de la desgracia ajena y cuando un anciano se caía en la calle, un niño derramaba su helado recién comprado o una novia quedaba plantada en el altar, él, simplemente sonreía.
Esto no lo diferenciaba del resto de los humanos, es más, pasaba casi desapercibido.
Pero con el tiempo, el pequeño éxtasis que sentía al ver un auto salpicando de barro la blanca túnica de esa maestra practicante que llegaba a su primer día de clases, empezó a tornarse insuficiente.
Su enajenado cerebro pedía a gritos “Más mal. ¡Mucho más mal!”

Así fue que se convirtió en un arqueólogo de la desdicha. Y del mismo modo que a Macarena, la exitosa empresa de mayonesa de su abuelo Juan, no le da la felicidad completa e insiste en buscar a aquellos que hicieron desaparecer a su madre; él no era 100% feliz si no presenciaba a diario alguna escena de infortunio ajeno.

Buscaba y buscaba. Navegaba horas en internet tras la huella de algún sitio de entrevistas de trabajo, para poder finalmente deleitarse viendo una y otra vez, cuadro a cuadro, la cara de desazón de aquellos que no eran seleccionados para el puesto.
Alquilaba las temporadas completas de las distintas Teletones del mundo y aunque al principio intentaba disimular la mueca de felicidad (porque para evadir impuestos, alquilaba un monoambiente a medias con un retardado), a los cinco minutos estaba en el sillón, tirado para atrás a las carcajadas, agarrándose la panza como si el DVD que estaba contemplando, tuviera a Larry dándole una bofetada a Moe.

Pero como todo adicto, llegó un momento en el que su cuerpo empezó a demandarle una mayor cantidad de sustancia.
No alcanzaba con esperar a que llegue el día de ser el suertudo testigo de un choque en el que un conductor perdiera el brazo. Y la ansiedad era mayor a la tolerancia que antes tenía, para aguardar que la búsqueda de Google lo llevara a ese portal de testimoniales de abuelos de niños fallecidos en masacres escolares.

Lo que el organismo pedía, había que dárselo. Y fue así, que – cual personaje de los cuentos de “Elija su propia aventura” – supo que tenía que tomar una decisión.
Arriesgarse y dejar de penar por culpa de esa horrenda adicción o continuar en la búsqueda de víctimas de la desventura, para saciar una sed de mal, cada vez más aguda.

La operación era arriesgada, pero si salía todo bien, la glándula sería extirpada y dejaría de ser rehén de ese insoportable síndrome de abstinencia.
Entonces se decidió.

No podía seguir siendo “el hijo de puta del barrio”, “el sorete de la clase” ni “el c-c-c-con-ch-ch-ch-chuuu-d-ddddd-do q-q-que s-s-se b-b-bu-b-b-bur-l-l-la de m-m-mi” (el pobre tartamudo estaba cansado de las bromas de un hombre con tanto mal en su interior, que a pesar de hablar perfectamente, reservaba semana tras semana, el turno siguiente con la foniatra).
Arriesgaría su vida para no herir a nadie más. Entraría al quirófano confiando en que si todo ocurría según lo planeado, saldría siendo un nuevo hombre. Un hombre bueno.

Descubrieron que era alérgico a la anestesia y no se pudo operar.

Así que no es raro verlo hoy en día, esperando frente a las clínicas de fertilidad asistida, que una desesperanzada pareja salga llorando, para activar disimuladamente su ringtone de “Arrorró mi niño”.

8 comentarios:

  1. Así vale la pena volver!
    Ademas para no repartir adhesivos al pedo

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  2. in solito! me encantautoreo!!!
    zoabra!
    sobe el la laco!

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  3. por fin volvió....muy cruel me encanta...

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  4. con el tiempo que pasó, uno esperaría que al banner ya le hubiese crecido el bigote.

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  5. buen retorno, creo que es estacional, pero he sabido llevar ese sentimiento de disfrute ante el mal ajeno (sobre todo si es ex algo)

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  6. Con razón el otro día te vi salir de Crami con una sonda..

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