Mi vida es un granito
Muchos pensarán que el título hace referencia a algún problema en mi epidermis. No. Éste no refiere a ninguna anomalía facial. Digo que “mi vida es un granito”, un granito de arroz. En mis cortos 17 años de vida la imagen que más he visto es la de un plato lleno de esos lindos cereales insípidos.
Como ya sabrán los que me conocen (y los que no, se están enterando), nunca me interesé en adquirir conocimientos culinarios, y esto queda evidenciado en mi casi inexistente masa muscular. Si bien es cierto que nunca me preocupé por llevar a cabo una sana alimentación, mi madre tampoco hizo mucho. Ella, una mujer trabajadora, maestra (aunque no por vocación, ya que ni bien tuvo la chance de establecerse como directora y dejar de lidiar con esas clases llenas de “pendejos hinchapelotas”, lo hizo), nunca tuvo tiempo (ni ganas) de complicarse con la elaboración de las comidas. Es por este motivo que no recuerdo un solo día de mi infancia o adolescencia en el cual no haya encontrado en mi plato, al menos una (abundante) porción de arroz. Toda carne iba acompañada con arroz, los guisos siempre de arroz, la sopa del invierno estaba preparada con arroz; muchas veces, llegaba del liceo, miraba la mesa, veía croquetas, me ilusionaba, pero no… también eran de arroz.
Al desayuno, galletas de arroz. En los momentos de prosperidad económica, arroz amarillo (con azafrán). Así transcurría mi vida, nos sentíamos afortunados los días que encontrábamos algún restito de aceite para condimentar aquel repetido alimento.
Hoy en día, postrado en esta cama de hospital, no puedo moverme, estoy amarillo (y no por el azafrán). Los médicos dicen que es a causa de la hepatitis fulminante que contraje (por contacto cutáneo con un negro) que me deja solo 24 horas más de vida. Yo se que esa no es la razón, estoy amarillo por la obscena ingesta de arroz que mi madre me proporcionó durante 20 años, vaya uno a saber con qué intenciones.
23 horas después (los médicos le erraron por una), Gonzalo murió, y su madre se apresuró a vender todos los órganos del difunto; que se encontraban en perfecto estado1
1Por si no lo saben, el arroz es un gran conservante, y ayuda a mantener los órganos fresquitos como una lechuga.
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texto que tiene 5 o 6 años de antigüedad, lo se.
ResponderEliminarrecién termino mis vacaciones. no me presionen, hijos de puta!
mañana escribo algo nuevo
viejito el post entonces!
ResponderEliminarpero de todas formas es bueno, hay que arrancar a comer arroz!
Uy como hacía ese tipo para garcar con todo ese arroz?? :S Para mi que la verdadera causa de muerte fue por una explosión intestinal
ResponderEliminar"ese tipo" soy (era) yo
ResponderEliminarmi vida es difícil... sí, podes sentir pena por mi
no mientas, cuantas veces le abremos dado a los hot dogs en tu anterior apartamento con tu hermano, para mi que el arroz te lo encufaba a vs solo, jajajaj
ResponderEliminarseba perez brum
pretendidos aires de burguesía...
ResponderEliminarél come tanto arroz como yo
jeje
Seguro que su mamá no era valenciana? Me da que sí.
ResponderEliminarUn abrazo, y cuida tu dieta.
Recuerda: en la variedad está el gusto